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2/13/2017

Tiempo.

     El tiempo avanza rápido, veloz, fugaz, imparable. El tiempo es el amo del mundo, el señor de la vida y la muerte. Nada ni nadie puede con él, es lo único que existió antes que la vida y es lo único que quedará cuando esta acabe. El tiempo es quien decide nuestras vidas, quien impulsó nuestro pasado, marca nuestro presente y guiará nuestro futuro.
     El tiempo es como el agua de un río, avanza, arrastrando cosas y dejando atrás otras, desvelando los aspectos de la vida igual que la corriente lo hace con el fondo de los sedimentos que mueve. Es el tiempo quien puede acabar desvelando cómo son las cosas que nos rodean, las personas con las que nos relacionamos, incluso nos descubre a nosotros mismos. Creemos que nosotros avanzamos en función de ese tiempo, pero no es así, no podemos controlarnos en esta marea, al igual que los peces. Si intentamos ir contracorriente, podemos acabar muy perjudicados, mucho más de lo que creemos, cuando nos negamos a dejarnos llevar por la corriente. Pero tememos avanzar, tememos que el tiempo nos lleve hacia delante.
     ¿Pero qué tememos en realidad? No es avanzar, es el cambio. Los cambios nos dan miedo. No es avanzar, es la verdad. La verdad nos asusta. ¿Por qué el cambio y la verdad? Porque no hay nada que cambie más las cosas que el tiempo, no hay mayores verdades que las que el tiempo nos enseña. Lo tememos, pero porque no sabemos realmente qué es el tiempo. ¿O realmente es solo el paso de las horas, años, estaciones? No puede ser solo eso, no cuando nos negamos tanto a dejarlo fluir, cuando nos negamos a que pase sobre nosotros. El tiempo es la única verdad del universo, el único cambio real. Pero es algo que nunca podremos comprender si lo tememos. ¿Pero por qué lo tememos, realemente, por qué temer al cambio, a la verdad, al tiempo?

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